jueves, 10 de octubre de 2013

Sobre la locura


“¿Y si es que tú no comprendes nada?”, le dice Creonte a Edipo. ¿Y si resulta que el que no entiende nada es Creonte y por extensión, todos los hombres? Seres ciegos a la locura de Edipo.
 
Edipo, ciego por elección, prefiere el dolor de la demencia, de ver a través de su ceguera la claridad/obscuridad humanas, y todas las renuncias que eso supone.  Dolor y destierro. Dolor y soledad. Dolor y pensamiento. Y sentir todo el cielo sobre la tierra.


Ya lo rabiaba Angélica Liddell este sábado en los Teatros del Canal en su montaje sobre Shanghái y Utøya, sobre la necesidad de sentirse en los márgenes y amar la juventud. “No puedo querer y pensar”. La renuncia al amor, a la convención que supone amar, a lo no verdadero de lo verdadero, es la retirada de los otros, del mundo, y el acercamiento decidido a la locura.




¿Y yo? ¿Puedo pensar y querer? Últimamente el cine y el teatro me han interrogado. Este mes de septiembre he  visto Medea y Melancholia, de Lars von Trier, dos películas oníricas, obscuras e hipnóticas sobre el delirio y sus últimas consecuencias. En Perfect Sense, cinta de David Mackenzie, descubro un experimento narrativo sobre la salvedad del amor ante el fin de todas las cosas. Y en Roberto Zucco, asisto al montaje del texto de Bernard-Marie Koltès que proclama la locura como la animalidad, y por tanto, la esencia de lo humano.   






Concluyo que todos son Edipo. Koltès/Zucco; Von Trier/Medea; Mackenzie/El apocalipsis erotizado; Liddell/Utøya. Incluso yo. Pero yo no puedo quedarme del todo ciega. Miro el sol e intento ver algo, pero la mayoría de las veces, me ciega. Caigo.






jueves, 3 de octubre de 2013

Tres bocetos


A los que no aman 

Amor,
Atraviésame.
Ardor,
Acorrálame.
Antípodas
de mí misma
quiero alcanzar
para dejar de ser
Amatista. 
Amadora,
Amante,
Amada,
Amamantada,
Ama.

Archipiélago,
Angosto,
Atormentado,
Acobardado,
de mi mismo
miedo para ser.

Aterciopelado
Amor,
Amor!!!
Te llamo.
Lo demás soy yo. 

Cuantitativa

Cuántas flores,
Cuánto sol.
Cuántos fantasmas
... y letras.

Cuánta tristeza,
Cuánta viscosidad.
Cuánta vagancia
... vacío,
... olvido,
... y parálisis. 

Cuánta vida muerte,
Cuánto yo,
Cuánta nada
... y todo.

Fisonomía del amor no declarado

Amas mis peces, mi saliva,
         mi dedo pequeño del pie,
         mi oreja izquierda,
         y la derecha también.

Amas mi labio inferior,
         mi ombligo,
         mi pezón izquierdo,
         y el derecho también.

Amas mis cejas,
         mis agujeros nasales,
         mis silencios,
         y los frenesís también. 

Amas mi ser,
         mi cuerpo entero,
         mis pedazos,
         mis vacíos
         y los besos también.

Y no lo sabes.
No lo sabemos.