martes, 15 de septiembre de 2015

Cuento de verano. Capítulo 1.

Ella no tiene acerico. Nunca ha sido una mujer práctica de ese modo. Los objetos de la cocina siempre pillan a desmano, pero quedan más bonitos a su gusto. La puerta de mi habitación nunca se ha podido cerrar dado que choca con la alfombra de lana que asoma terca por debajo de la cama. Nuestra lucha de poder neurótica y divertida. Ya no gritamos. Calmamos la ira. 

Esta es su casa, dejaré todo tal cual le gusta ella. Menos cuando ella no esté. Entonces la haré un poco mía. Moveré la cafetera. El exprimidor de zumo. La alfombra. Ordeno muchas cosas, y mucho las cosas, constantemente. Y eso me viene de él. Nunca nada está en su sitio, si es que los objetos pertenecen a algún lugar. Él parece guardar el equilibrio, es un hombre tranquilo y ... ¿Cómo fue que le llamó el tío Edmundo?  Un hombre cabal. 

¿Estás preocupado? No, pueden ser dos cosas. Calma. Temblor. 

Solo me queda amor por vosotros. 

En el primer cajón de la cocina tienen varios agrafes sin utilizar. Nunca les he visto hacerlo. Ese objeto es más típico de la Protectora 28 que de Abatxolo 23. Amama, o Arminda, ya siempre la recuerdo viejita a la Vicenta y todo lo que se hace en esa casa pasa por las manos amantísimas de esa boliviana risueña, que es como la madre tierra. A veces demasiado. 

No creo que a los hijas les venga bien dormir con sus madres. Pero en esa casa las historias se repiten, compartieron cama entonces y lo hacen ahora. ¿Les asustará la probabilidad de encontrarse con el fantasma del tío Pechudo escaleras arriba? El fantasma mayor de esa casa siempre fue el miedo. Pero yo iba a hablar de la sidra. De beber la vida a tragos indigestos y voraces. 

El Ampersand no es algo fácil de utilizar en ningún caso. Lo único que se me ocurre ahora es visualizar este signo (&) como si fuera mi aitite Víctor en silla de ruedas. ¡Mi tío me recuerda tanto a él con su ternura escondida!

Preciosa, me dijo un día. Después ya murió. Mis hermanos y yo llegamos tarde, no fuimos testigos de algo privado entre él y sus hijos. Aunque hubiera venido bien para evitar antónimas versiones de lo sucedido. 

A veces parece que se odian. Pero no. Es pura tristeza. Algún día escribiré un libro o un poema que se llame “Las tristes” y que hable sobre ellas. Las mujeres más frágiles y que más amor me han dado en vida. Tiene gracia, porque son mis rocas.

Ya seguiré en próxima ocasión… Tengo que hablar de los gemelos, de todos los primos, de las tías que no vivieron, de quien me crió, del barrio, del colegio, las amigas. Y el baile. Siempre moviéndome a ritmo de jazz y poesía.