viernes, 23 de enero de 2015

La Protectora

Ella se va y se va la hidra Lerna adentro.
Pero antes, nos arranca las siete cabezas.
Amor hacia ella, a pesar de ella.
Dolor, que nos empasta.
Caramelos regalados.
Tardes bajo suelo.
Cucuruchos de chocolate y nata a 100 pesetas. Y durante todo el año.
Gritos, carcajadas, bailes, "hatores", e infancias perpetuas.  
Huevos rellenos.
Y aquí me quedo junto a ellos, que son mi árbol, en la orilla, descabezados. 
Él, que ya se fue, la estará esperando para cagar los dos juntos por haberse casado.
Después se irán a pasear, cada uno por su lado. Pero antes, se guiñarán el ojo por habernos legado. 
Si algo me enseñó ella fue a querer la vida. Rabiosa. Histérica. La vida y ella.
Y a nadar hasta que te aguanten los huesos.
Y a comer hasta sin dentadura. Licor y manzanilla. ¡Que la difunta no vuelve! 
Yo no tengo que perdonarla, a mí me regaló la alegría.
Esto se lo escribo, por si se va pronto, porque entonces, no me saldrán las palabras. 
Muchas me dejo para contar la vida, pero yo, de momento, solo me atrevo con esbozos.