viernes, 19 de septiembre de 2014

Boyhood y la pelis del verano

Me planto a escribir después de tantos meses, más por obligación que por gusto, y tengo claro en qué quiero malgastar estas líneas. He ido al cine este verano. Begin Again, Chef, Lucy (¡en castellano por obligación de mi hermano!!), What if... Y en relación a esta última se me ocurren un par de preguntas.

¿Por qué los jóvenes canadienses viven mejor que nuestros padres? ¿Por qué se exporta un modelo de vida que no tiene nada que ver con nuestra realidad? 

Muy bonita la idea de encontrar tu amigo-amante-compañero ideal pero nosotras no nos dedicamos a hacer punto, no nos ofertan ascensos que impliquen trasladarse a Pekín, ni nos escapamos a Dublín en un viaje exprés para reconciliarnos con nuestro chico. Simplemente, no tenemos dinero, casi, ni para sacarnos el abono mensual, ni redaños para salir a por un novio. 

Me doy cuenta que el indie americano no trata sobre gente marginal sino sobre miradas "líquidas" (que no residuales) sobre la realidad de personas que no están pero que forman parte del Establishment. Igual pasa en Begin Again. Me encanta la banda sonora. La dulzura folkie de un verano en Nueva York (¡quién lo pillara!) pero después resulta que ni Txus (¡hola amigo!) tiene problemas de cash. [Nota mental: algún día cantaré en un banda. Lo necesito].

El domingo me compré El País para iniciar la colección de los grandes clásicos europeos. Y me gusta alargar la lectura toda la semana del periódico, el suplemento de Domingo, el otro extra Madrid Domingo, El País Semanal (todos menos el cuadernillo de Negocios; me dan alergia las hojillas naranjas y así, al no estar enterada de los entresijos financieros, cabo parte de mi propia tumba intelectual ... pero como dijo Cleopatra en esa exquisita, laberíntica, exuberante, frondosa, lozana y lúbrica obra de arte llamada No digas que fue un sueño, "mi reino es la poesía"). 

Ayer por la mañana leí en el reportaje "La crisis duplica a los 'ni-nis' " de Bruno García Gallo publicado en El País que "la autonomía de los jóvenes puede definirse como aquella situación en la que tienen apoyo necesario, recursos y oportunidades para elegir vivir de forma independiente, conducir sus propias vidas, llegar a cabo una participación social y política completa en todos los sectores de la vida diaria y ser capaces de tomar decisiones de forma independiente".

En eso estamos. Ese es nuestro objetivo. El mínimo para sentirnos adultos. Ser independientes. Esa es mi lucha y la de mis amigos. De los indies americanos y canadienses no sé qué decir. Me pillan lejos. Mejor hablar de lo conocido, lo cercano, lo palpable. Porque si no, se nos va de las manos. Prefiero escribir de aquellos a quienes abrazo. 

Después de todas estas pelis de veraneo, llegan Cinema Paradiso y Boyhood. Y la fascinación es doble. Y el dolor.  Porque un arpón de conciencia nos penetra cuando Alfredo le dice a Totó:

"Hagas lo que hagas ámalo, como amabas la cabina del Paradiso cuando eras niño"

Y ese también en nuestro combate. Intentar hacer aquello que amamos. No nos olvidemos. Tenemos oportunidades, ¿talento? y energía. Vamos a ello. A veces, entre tanto discurso pesimista y "yoyoísta" se nos despista que pertenecemos al mundo. Y que esa es la mayor aventura. No hablo de hacer cosas grandes o pequeñas (según la medida de quién, por otra parte), se trata de profanar aquello que nos hace libres y corresponsables, parte de un todo magnífico, a veces aterrador, pero inevitablemente excelso. 

Ya veis que necesito alabar la vida. Porque es lo único en lo que creo. Y me vengo arriba con regalos como Boyhood. En la que se refleja la épica cotidianidad que requiere bebernos la savia del árbol del bien y el mal (hace tiempo que hicimos la digestión de la manzana).

Los hijos. Los padres. El viaje del héroe. El comienzo de todo.  Una dulce melancolía me rondó al ver la peli, no por querer volver atrás, no por pensar que el tiempo se ha desperdiciado, sino por advertir que la pregunta ¿Quién quieres ser? me apremia siempre. Más allá de la niña. La adolescente. La joven. La joven adulta. ¿Quién quiero ser?...  No me asusta no tener respuesta, solo toparme de bruces con aquella en la que no me gustaría convertirme. Trato de evitarlo día a día. No siempre lo consigo. Es la tercera batalla. La definitiva. 

[Segunda nota mental: El próximo día hablaré de teatro. Pero quiero tener agallas de escribir lo que pienso].