La creatividad que nace de las acciones diarias, de lo pequeño, de lo insignificante, del campo de juego, es lo que da a nuestras vidas sentido. Sentido de soñar, acontecer y crecer en libertad… Sabiéndose en viaje, reconociéndose en Ulises.
No necesitamos grandes acontecimientos para sentirnos vivos, lo pequeño es lo rotundo, lo salvaje, lo que más sorpresas nos depara.
Si nos observamos en nuestro día a día, si conseguimos un mínimo de conciencia sobre lo que pensamos, hacemos, decimos, callamos en 24 horas, ahí encontraremos la clave de la felicidad. Y es que somos vivientes. ¡Menuda celebración sobre los asuntos más grises del devenir diario!
Y para mayor grado de
conciencia henos aquí jugando a la vida, aprendiendo el teatro. Buscando la
verdad desde la creatividad. Posibilitamos que la primera se desarrolle porque la
identificamos, la agarramos de la mano, sin vergüenzas ni acuerdos sociales que
nosotros no firmamos, y caminamos junto a ella. Y ella nos hace ver los mundos
posibles, el alma de las cosas, los juegos secretos de todo ello.
¡Y qué gran celebración ante el dolor o la alegría! Porque ambos se harán no solo soportables, sino intransferibles. Y nada será para tanto, y nada estará de sobra, y todo será necesario.
Creatividad, conciencia y verdad.
Una odisea, la nuestra, que desde el teatro quiere atravesar la vida rumbo a Ítaca. El viaje es el sentido de todo ello y quienes nos
acompañan nos instruyen, nos aman, nos completan.